—No entiendo, es decir, de verdad trato de comprender lo que me estás diciendo hermanito, pero simplemente no puedo.
Suspire, hablar con Amy era lo que más necesitaba ahora, las cosas se me estaban saliendo de las manos y no tener el control de mi situación era peor que dar un mal paso de baile. Me quede en silencio, solo mirando sus ojos, tan azules como los de mi madre y su cabello tan ondulado y rubio como el de papá.
—A veces no se realmente si tengo el control de mi vida. —admití casi en un susurro y mi ceño se frunció automáticamente mostrando lo mucho que logra molestarme la situación.
—No lo tienes y nunca lo tendrás. Conor, no tienes el futuro controlado y mucho menos podrás cambiar las cosas que ya han pasado, lo único que puedes hacer, es tener en cuenta el presente que es lo que está pasando justo ahora. —me sonrió, sé que busca que yo me tranquilice pero la verdad, es que solo no puedo.
Un día, estaba todo normal conmigo, como siempre teniendo claros mis objetivos y mis sentimientos, pero ahora, he pasado tanto tiempo con April, que ya no sé qué pasa. Sé que tal vez he sido un idiota en muchos aspectos pero ese el punto, que no me sentía culpable por serlo o solo no le preste atención a eso, después de todo se trataba de ella, la chica que menos miraría, la chica que nunca querría besar, aquella misma que jamás me haría sentir empatía, esa que sonríe tan radiante que me molesta, la misma que cuando rueda los ojos solo se ve graciosa, que cada vez que me reprocha arruga la nariz y que inconscientemente hace gestos de pucheros cuando algo le sale mal…Si, la misma que es un parasito en mi cabeza, y ya no sé cómo sacármela.
—La odio. —dije de repente en voz alta, y Amy solo soltó una risa negando.
— ¿Pero? —mi hermana, levanto una de sus cejas y cruzo sus brazos, a través de la pantalla se veía como me miraba con atención mientras escuchaba a mi sobrina cantar a lo lejos una canción infantil.
—No hay ningún pero, solo la odio. —afirme una vez más, pero al tiempo que lo decía era inevitable dejar de recordar sus ojos o sus expresiones suaves.
—Vamos Conor, nadie te conoce tanto como yo. —se acercó un poco más para la pantalla y me dejo ver sus ojos entrecerrados. —pareces un tonto mirando hacia abajo.
—Amy. Odio su ser, odio pensar en ella siempre que veo el color café de mis bebidas en la mañana, detesto estar recordando sus pasos de baile como si ese fuera mi trabajo, tengo el horrible olor de su cabello entre mis fosas nasales cada vez que me acuesto y su nariz arrugada de molestia me persigue siempre que cierro los ojos. —apreté la mandíbula mientras decía todo aquello, me molestaba, pero no lo evitaba.
— ¿Ves? Si hay un pero. —sonrió victoriosa y luego tomo una bocana de aire que luego expulso con suavidad.
—La odio, pero no puedo dejar de pensar en ella. —finalmente lo admití con suavidad y pase las manos por mi rostro.
Para cuando mire a mi hermana, note que sus ojos reflejaban un poco de alegría, no entendía mucho porque pero ahí estaba, con una expresión alegre y a la vez compasiva como si me quisiera decir las cosas de la misma forma en la que se las dice a su pequeña hija.
—Hermanito, eres un idiota… uno enamorado.